Me Pregunto… ¿Fue Real?

Anoche tuve un sueño que aún no puedo sacar de mi mente. Fue uno de esos sueños que te sacuden de tal manera que, al despertar, te quedas con la sensación de que algo más profundo ha ocurrido, algo más allá de lo que simplemente se ve en el mundo de los sueños.

En este sueño, todos estábamos juntos otra vez, como si nada hubiera pasado. Era como si el tiempo se hubiera detenido. Sharon estaba allí, con su sonrisa, su energía, y todos podíamos estar con ella, abrazarla, hablarle, sentir su presencia como lo hacíamos antes. Yo también pude abrazarla al principio, pude tomar su mano, sentir el calor de su piel, esa conexión que tanto extrañé.

Pero algo extraño sucedió. A medida que el sueño avanzaba, Sharon empezó a mostrar una tristeza en su rostro. Y aunque yo intentaba acercarme a ella, como si de alguna forma quisiera mantener esa conexión, me di cuenta de que había algo que me impedía tocarla. Por más que lo intentaba, mis manos pasaban a través de ella, como si fuera aire, como si se desvaneciera ante mis ojos, invisible e intocable. A pesar de estar allí, en el mismo espacio, con todos los demás, Sharon parecía estar en un lugar al que yo ya no podía llegar.

En mi sueño, no pude evitar preguntarme: ¿por qué no puedo tocarla? La angustia creció dentro de mí mientras veía que ella intentaba acercarse, tratando de tomarme de la mano o abrazarme, pero cada vez, algo la hacía más intangible, más alejada. ¿Era esto una señal de ella para recordarme que ya no está en este mundo, como la conocí? ¿Era esta la diferencia que sentía entre estar físicamente con ella y lo que es ahora, en su ausencia?

Este sueño me dejó una mezcla extraña de emociones. Por un lado, el simple hecho de haberla visto y haber podido estar con ella, aunque fuera en el sueño, fue un regalo. Esa sensación de tenerla cerca, aunque fuera por un momento fugaz, me dio una paz efímera, una chispa de consuelo en medio de la eterna tristeza. Poder abrazarla, sentirla cerca, incluso si solo era por unos minutos, fue un respiro para mi corazón.

Pero, por otro lado, la parte en la que no pude tocarla, cuando se volvió etérea, como si el lazo entre nosotros ya no pudiera ser alcanzado de la misma manera, me dejó una herida abierta. Fue como un recordatorio brutal de que ella ya no está en este plano físico, de que, por más que la extrañe y desee abrazarla, ya no puedo hacerlo de la manera en que solía hacerlo. Es como si, incluso en mis sueños, me estuviera enfrentando a esa barrera invisible que nos separa.

No puedo evitar pensar que tal vez este sueño refleje esa sensación de “No poder alcanzarla”, de no poder abrazar ese ser querido que ya no está en este mundo. Tal vez Sharon misma, en su forma de aparecer en el sueño, intentaba decirme que, aunque siempre será parte de mí, hay una diferencia, un abismo que no se puede cruzar. Tal vez mi mente me estaba mostrando cómo lo intangible y lo irreal se convierten en una metáfora de lo que es la pérdida, esa parte de la vida que no podemos controlar.

Quizás, de alguna manera, el sueño también me está mostrando lo que muchos experimentan en el duelo: la lucha constante entre la conexión que sentimos con nuestros seres queridos y la dura realidad de su ausencia física. Nos aferramos a esos momentos en los que los sentimos cerca, pero siempre está esa barrera invisible que nos recuerda que la vida sigue su curso y que no podemos regresar al pasado.

Lo que me queda de este sueño, de esta experiencia extraña y conmovedora, es que a pesar de su pérdida, mi amor por Sharon sigue siendo fuerte. Aunque no pueda abrazarla, no pueda tocarla, ni sentirla de la misma forma, ella sigue estando allí, en un rincón de mi alma y de mi ser, como una presencia que nunca se desvanecerá.

Hoy me despierto con una mezcla de gratitud y melancolía. El sueño me hizo sentir que, aunque la distancia entre nosotros haya aumentado, el amor no tiene barreras físicas. Ella sigue siendo parte de mí, aunque no la pueda tocar de la misma manera.

Y tal vez, solo tal vez, eso es lo que más me duele: que aunque la siga amando, sigo siendo consciente de que no todo en la vida puede ser tocado, ni siquiera en sueños.

Lo que me lleva a pensar, ¿cuál es la lección que debo sacar de todo esto? Tal vez sea la de no dejar que la distancia, aunque sea invisible, borre lo que verdaderamente importa. El amor, los recuerdos, lo vivido, eso no se puede quitar. Lo que no podemos tocar, sigue existiendo, de alguna manera, dentro de nosotros.

¿Será esto una forma de seguir adelante, aceptando lo que no puedo cambiar, pero también lo que permanece, más allá de lo tangible? Quizá esa es la única respuesta que me queda.

Si alguna vez has tenido un sueño así, donde sientes que todo lo perdido podría regresar, pero hay una barrera que no puedes atravesar, debes saber que es una experiencia profundamente transformadora. Y si no la has tenido, te invito a que te detengas y pienses en esa persona que ya no está físicamente contigo, pero cuya esencia aún habita en tu vida, de alguna forma. Tal vez no la puedas tocar, pero siempre estará a tu lado, de una forma única y personal.

Resuelve este sueño, mi pregunta… 

¿Sharon si me puede ver y sentir, así yo no la vea?  

Yo prefiero pensar que sí… y seguir viviendo con la esperanza de que ella me escucha en los momentos de mi soledad y seguir sintiéndola detrás de mí cuando estoy escribiendo y que siempre me estará acompañando en mis diarias caminatas.

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