Rueda cuadrada avanzando por un camino irregular al amanecer, símbolo del duelo y la transformación interior.

La Rueda Cuadrada… Cuando el Duelo te Transforma y No Hay Vuelta Atrás

Hay una metáfora matemática que cambió mi forma de entender el duelo: una rueda cuadrada puede rodar suavemente si se construye el camino adecuado. No necesitas hacer la rueda circular. No necesitas arreglarla. Solo necesitas dejar de pretender que el camino que funcionaba antes sigue siendo el mismo. Cuando perdí a Sharon, todo el mundo me repetía las mismas frases: “el tiempo lo cura todo”, “tienes que seguir adelante”, “volverás a ser el de antes”… Mentiras piadosas. Mentiras que duelen más que la verdad. Porque el tiempo no cura nada. El tiempo solo pasa. Y yo nunca volveré a ser quien era antes. Esa persona murió también.

El Día que me Convertí en una Rueda Cuadrada

El duelo me transformó. No es una metáfora bonita… es un hecho brutal. La muerte de alguien que amas te reconfigura por completo. Te vuelve anguloso donde eras suave, te deja huecos donde había plenitud, te endurece donde eras flexible. Y de pronto intentas rodar por el mismo camino de siempre, y cada metro es un golpe, una caída, un recordatorio constante de que ya no encajas. Ir al supermercado se vuelve insoportable. Las conversaciones triviales suenan obscenas. Los planes de futuro parecen absurdos. El camino que recorrías con naturalidad ahora está lleno de obstáculos invisibles para los demás. Porque el problema no es el camino… 

El problema es que tú ya no eres circular.

La tentación es enorme: “tengo que volver a ser como antes”, “tengo que superarlo”, “tengo que cerrar este duelo”. Todos a tu alrededor, con la mejor intención, intentan lijarte las esquinas, suavizar tus ángulos, hacerte rodar como antes. Te ofrecen fórmulas, etapas, plazos, como si el duelo fuera una enfermedad con tratamiento y alta médica.

La Gran Mentira: “Superar” el Duelo

Hablemos claro. El duelo no se supera. Esa palabra es una trampa emocional, una forma elegante de decirte que hay algo en ti que debería dejar de doler. Pero el amor no se vence, ni la ausencia se entierra bajo frases de consuelo. La idea de “superar” es, en el fondo, profundamente violenta. Te empuja a mirar tu herida como un error, a esconder tu fragilidad como si fuera una vergüenza. Implica que el amor que sientes por quien ya no está tiene fecha de vencimiento, que deberías archivar su memoria en algún cajón del alma y fingir que el mundo sigue igual.

No… El duelo no es una fase. 

Es una transformación permanente. No eres la misma persona que eras antes de la pérdida. Y nunca volverás a serlo. Porque el duelo no se resuelve… Te reescribe.

En Abrazando la Finitud comparto esta verdad incómoda… La muerte no se “procesa” como quien digiere una experiencia pasajera. La muerte de alguien amado fractura tu narrativa vital, rompe las coordenadas de sentido y te obliga a aprender a existir en un mundo donde una parte de ti ya no está. El vacío que deja el duelo no se llena. Se habita. Se convierte en territorio sagrado, en el espacio donde aprendes a caminar con una nueva forma del alma.

Y es aquí donde la metáfora de la rueda cuadrada cobra vida. Tras la pérdida, nada rueda como antes. Tus bordes duelen, tus giros son torpes, tus días se sienten pesados. Pero con el tiempo, descubres que existe un camino especial —único, irregular, tuyo— donde incluso una rueda cuadrada puede avanzar. Ese camino se llama conciencia… Se llama amor que no termina. Y se llama, simplemente, seguir viviendo… con la ausencia incluida.

Construir el Camino para tu Nueva Forma

Existe un camino matemáticamente perfecto para que una rueda cuadrada ruede con suavidad. Se llama catenaria invertida. Es un camino con curvas precisas que acogen exactamente los ángulos de la rueda, permitiéndole avanzar sin golpes ni sacudidas. Eso es lo que necesitas hacer con tu vida después de la pérdida: no redondear tu rueda, no fingir que sigues siendo quien eras, sino construir un camino nuevo que se adapte a tu forma cuadrada. Un camino que tenga espacio para el vacío, que integre el dolor y que acepte la ausencia como parte constitutiva de tu avanzar.

Esto significa renunciar a la vida que planeaste. Esa vida murió con tu ser querido. Los planes que hicieron juntos, el futuro que imaginaron, la persona que ibas a ser en esa historia… Todo eso se fue. Aferrarte a ese fantasma, solo te mantiene estrellándote contra un camino que ya no existe. Significa aceptar que llevas la ausencia contigo. No es algo que vas a resolver ni sanar. Es algo que cargas, siempre. Tu rueda es cuadrada precisamente por esa ausencia, y está bien. No necesitas arreglarlo. Y significa también rediseñar desde la grieta. Tu nuevo camino se construye desde el reconocimiento honesto de lo que eres ahora… alguien que ha perdido, que sigue amando a quien ya no está, que lleva un vacío que no desaparecerá. Desde ahí, sin eufemismos… Construyes.

El Vacío Existencial No es el Enemigo

Vivimos en una cultura que huye del vacío como de la peste. Hay que estar bien, ser productivos, ser felices, mostrarnos enteros. El vacío existencial que trae el duelo se ve como una enfermedad, algo que hay que medicar o silenciar. Pero ese vacío no es una patología. Es la forma exacta que dejó tu ser querido al partir. Es el espacio que ocupaba en tu vida, en tu mundo, en tu alma. Y ese espacio no se llena con nada más, porque no es un agujero que reparar: es una característica de tu nueva geografía interna.

La rueda cuadrada no rueda suavemente a pesar de sus ángulos; rueda suavemente porque el camino está diseñado para ellos. Del mismo modo, tú no avanzarás superando el vacío, sino construyendo una vida que lo integre, que le haga espacio y que no pretenda eliminarlo. ¿Qué pasaría si dejaras de intentar llenarlo? ¿Y si en lugar de verlo como algo roto que necesitas reparar, lo vieras como parte de tu nueva forma de estar en el mundo?

No Intentes Redondear tu Rueda

La presión social es brutal… Después de un tiempo “prudencial” —como si existiera algo prudente en ponerle calendario al dolor—, se espera que vuelvas a funcionar, que sonrías en las fotos, que digas “bien” cuando te preguntan cómo estás, que dejes de mencionar al muerto porque incomoda. Te empujan a redondear tu rueda, a disimular tus ángulos, a comportarte como si nada hubiera pasado. Y es agotador. Es violento. Es una traición a lo que realmente eres ahora.

No lo hagas. 
  • Tu rueda es cuadrada… 
  • Tu duelo es permanente. 
  • Tu amor por quien ya no está… sigue vivo. Todo eso es legítimo. 
  • Todo eso es real. 
  • Todo eso es parte de quien eres ahora. 

Redondear la rueda es traicionarte. Es fingir que la muerte de tu ser querido no te cambió profundamente. Es aceptar la narrativa social de que hay que pasar página, mirar hacia adelante o rehacer la vida como si la anterior hubiese sido un borrador defectuoso. Tu vida no es un borrador… Tu duelo no es un error. 

Tu transformación es real y permanente.

Construir el Camino Catenario de tu Vida

Entonces, ¿cómo se construye ese camino especial? No hay fórmula. No hay cinco pasos ni diez claves. Tu rueda cuadrada es única. Tus ángulos son específicos. Tu vacío tiene una forma particular. Pero sí hay una dirección… hacia la aceptación radical de lo que eres ahora, hacia la renuncia a volver a ser quien eras, hacia la construcción consciente de una vida que integre la ausencia en lugar de negarla.

Esto puede significar crear rituales nuevos que honren al ausente, cambiar tu forma de vivir, soltar relaciones que no tienen espacio para tu duelo o encontrar personas que también son ruedas cuadradas y entienden que no necesitas arreglarte. 

«El camino catenario no es el camino fácil… Ni el que te venden los libros de autoayuda». 

Germán A. DeLaRosa
  • Es el camino honesto. 
  • El que acepta que la muerte cambió todo y que no hay vuelta atrás. 
  • El que te permite avanzar suavemente, no a pesar de tu dolor, sino con él.

Rodar Suavemente con la Herida

La paradoja es hermosa… 

  • Puedes avanzar suavemente llevando tu dolor. 
  • Puedes construir una vida significativa con el vacío integrado. 
  • Puedes rodar sin golpes siendo una rueda cuadrada. 

Solo necesitas dejar de pretender que el camino de antes todavía funciona. El duelo no se supera. Se integra… Se habita. Se convierte en parte de tu forma de estar en el mundo. Y desde ahí —desde esa aceptación, sin eufemismos ni anestesia—, construyes un camino nuevo, uno con las curvas exactas para tus ángulos, donde tu vacío existencial no es un obstáculo, sino parte del diseño.

No necesitas arreglarte. Necesitas construir un mundo que tenga espacio para lo que realmente eres ahora. 

«Eres una rueda cuadrada. Y eso está bien. Mejor que bien… Es Real, es honesto, es tuyo. Ahora… construye tu camino».

✍️ Germán A. DeLaRosa

Autor del libro: Abrazando la Finitud — una obra sobre la impermanencia, el amor y la transformación humana frente a la pérdida.

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